Mexicanos al grito de puto

El miércoles 19 la FIFA anunció que los aficionados mexicanos debían evitar la palabra “puto” en los partidos del mundial. Una gran cantidad de personas (o las que constituyen mi mundo virtual en Twitter y Facebook) salió en defensa desesperada de la palabra, con frases como “puto no es gay” o «No tiene nada que ver con la preferencia sexual».

El argumento es que la palabra no es un insulto homofóbico (sólo es un insulto) y que la FIFA no respeta las tradiciones mexicanas (en el caso de que algo que sucede desde el mundial de Alemania 2006 pueda ser considerado tradición), ni nuestro derecho de insultar a alguien por ser pocos huevos, poco hombre, poco macho o algo peor: nena, niña o mujer. Aunque la afición mexicana argumente que «puto» no se refiere a la preferencia sexual de un hombre, resulta innegable que refiere a una carencia en su masculinidad, la cual sirve para denigrar directamente el potencial atlético y deportivo o las capacidades físicas de una persona. Por supuesto, el desempeño atlético no tiene nada que ver con la sexualidad (quisiera ver un hombre heterosexual superar a cualquier atleta de alto rendimiento no heterosexual sólo por tener relaciones con personas del sexo opuesto). Pero el insulto elegido sí pretende (¿para qué negarlo?) apelar a la debilidad y cobardía que «caracteriza» al sexo femenino y, por ende, a los hombres que se comportan como mujeres y se acuestan con otros hombres. De nuevo, se trata de una mezcla complejísima de cateogrías que lo único que demuestra es cuán profunda y arraigada está la homofobia y la misoginia en nuestra cultura. Basta ver cuánta gente se sumó a la defensa del grito mundialista (aunque ni siquiera sea parte de la afición al futbol), y cuánta gente defiende los derechos humanos básicos de mujeres y hombres mexicanos todos los días (aunque evidentemente sea parte de la humanidad).

El problema de esta defensa es que la gente que la hace no se ha sentido discriminada por tener una sexualidad diferente a la heteronormativa. La gente que defiende el uso de la palabra “puto” en el estadio porque «no significa homosexual sino cobarde», es gente a la que nunca la han visto feo en la calle, le han negado un trabajo, o se ha sentido amenazada por mostrar su identidad sexual abiertamente. Lo peor es que, seguramente entre las personas que defienden el uso recreativo de la palabra puto, haya muchas que sí han sufrido algún tipo de discriminación, de género, racial, física, etaria, etc, pero como en este caso no les toca, no importa. No lo olvidemos: todxs tenemos nuestro puto.

He leído muchas defensas de la palabra “puto”, ya sean artículos serios o comentarios de mis amistades. Las defensas son, francamente, patéticas: “la Real Academia Española sólo define ‘puto’ como ‘homosexual’ en su cuarta acepción” parece ser la favorita. “Puto se usa como cobarde’” y “Yo le digo putos a mis amigos y no se enojan” son algunos de los argumentos que he escuchado a favor del uso de la palabra. Creo que estas defensas están plagadas de falacias, entre ellas que la RAE no representa adecuadamente el español de México, y que lo malo de la palabra “puto” no es su significado sino su connotación (es decir, la carga emocional que tiene).

Quiere llorar

«¡Quiere llorar, quiere llorar!» (como niña, pues)

Pero la peor falacia en la que caen quienes hacen una defensa de “puto” es la de creer que ellxs son es el centro desde donde se miden todas las cosas. Detrás de cada justificación está el razonamiento “si a mí no me ofende, no le debería ofender a nadie”. Todos los argumentos que usan son para intentar engañarse con la idea de que la realidad se ajusta a su experiencia personal. No voy a intentar convencer a nadie de que la palabra “puto” es ofensiva porque hacerlo sería conceder que no lo es. La palabra “puto” es un insulto, aunque a algunos no les parezca. Es una manera peyorativa de referirse a un hombre homosexual y punto. El uso de esta palabra entre la comunidad gay tiene una complicada historia de reapropiación cultural en la que no voy a ahondar.

¿Quiere decir que estoy a favor de que se prohíba el uso de la palabra? Caer en ese extremo es sencillamente fascista: prohibir cualquier palabra, sin importar cuál sea ésta, debería ser inaceptable. Estoy a favor de la reflexión que todo esto implica, de la conciencia del poder de las palabras, de su historia, de su connotación y de lo que dice de un país a nivel cultural. No estoy a favor de que se use de la manera hipócritamente lúdica, como si detrás de cada «puto» no estuviera el afán de hacer menos a alguien en términos de sexualidad.

 

todossomosputos

«En serio, no tiene nada que ver con la homosexualidad».

Lo que espero que suceda a raíz de este episodio de reacciones colectivas es que nos demos cuenta de la homofobia que pauta el subtexto del día a día mexicano. Lo que defiendo, a lo que exhorto, es a que se deje de usar esta palabra libremente, que la gente deje de creer que es perfectamente normal y aceptable. Si en el estadio, o en un concierto de Molotov en el extranjero, los demás se extrañan con la palabra “puto” no es porque ellos estén mal y nosotros bien. Creo que el primer paso para cambiar una conducta es darse cuenta que existe, así que mientras más nos demos cuenta como país, mejor. También creo en el lema de que “como hablas piensas”, y creo que erradicar la homofobia del discurso cotidiano es un gran avance hacia erradicarla en la práctica.

 

Puto Bieber

«Bueno, a veces sí».

 

Si la palabra no les genera ningún problema, agradezcan la buena suerte que tienen de no haber sufrido discriminación por sus preferencias sexuales. Y, sobre todo, si quieren seguir usando “puto” como sinónimo de “cobarde” o por ser una imprescindible expresión de nuestra idiosincracia (lo cual es aún más triste porque implica una reivindicación cultural de nuestra misoginia y machismo como si fuera un patrimonio que debemos proteger, algo de lo que sentirnos orgullosxs), construyan una sociedad donde ser homosexual no tenga nada, absolutamente nada, de malo: el día que en México no haya homofobia todos podremos gritar “puto” a los cuatro vientos. Pero les prometo que entonces ya no va a ser divertido gritárselo a los porteros.

 

 Ana Laura Magis Weinberg

Hipatia Argüero Mendoza

 

 

2 Comments

  1. Los homosexuales, especialmente los varones, suelen decirse puto constantemente. Entre ellos está bien si se lo dicen, pero si otro más se lo dice, ¿esta mal? No sería eso otra forma de descriminación. Además si lo que busca la comunidad homosexual es el respeto al derecho ajeno, no deberían ellos aceptar la forma de los demás. En última instancia porque debería un ser humano capaz de decidir por otro, si esa es la lógica que siguen.

    No hay solución cuando cualquier ser humano quiere emancipar su opinión sobre los demás, como el autor del escrito. En fin, cualquiera cae en la soberbia de pensar que su razonamiento es mayor, es parte de la falsa ilusión de poder del ser humano.

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